martes, 24 de abril de 2012

Amistad de hadas

Las luces rodearon el cuerpo de la chica, quien se levantó con dificultad. Escupió sangre, sintiéndose débil.
- Ya no puedes hacer nada- rió aquel demonio, acercándose con su armadura resonante.
Levantó el pie, ansioso por deshacerla.
- Puedo...puedo...- susurró ella, tomándolo del pie.
Recordó como se metió en todo ese lío. Una noche de verano, mientras observaba las estrellas, descubrió una luz resplandeciente provenir del lejano bosque. Atontada,  se acercó al mismo, curiosa por saber de donde venía aquello. Una vez en el bosque, descubrió la causa: se trataba de una pequeña hada que se había atorado en una arboleda. Decidida a ayudarla, se le acercó.
El hada, agradecida por su ayuda, le ofreció ser la guardiana del bosque, otorgándole poderes para su beneficio. Al principio no creyó que fuera algo tan difícil. Solamente debía alejar a los humanos, haciéndoles creer que había espíritus en el lugar. Su vida cotidiana, por otra parte consistía en asistir a la escuela y platicar con sus amigos acerca de los chicos lindos.
Y poco a poco, mientras los días transcurrían, se percataba de los poderes que el hadita le había dado. Su favorito era producir flores porque le encantaban las mismas. Nunca se imaginó que algún día lo usaría para defenderse de los demonios que un día llegaron al bosque para reclamar territorios.
Por obvias razones, ella siempre, al salir de la escuela, corría al bosque para cumplir su misión. En medio de los árboles y el trinar de los pájaros se disponía a realizar la tarea encargada. Al principio, le resultaba extraño hacerla sola, pero con el tiempo la chica se acostumbró a imponerla en su mundo cotidiano y hasta les sonreía a los animales que se acercaban. Cuando escuchaba ruidos diferentes a su mundo real (el del bosque), se transformaba y corría a auxiliar al bosque, así como a las hadas que lo protegían.
Sin embargo, llegó un día en el que se jugaron las cartas mayores. Saliendo de la escuela, se descubrió en un bosque lleno de llamas. Sin pensarlo, se transformó llegando a la división. Las hadas le dijeron que era un enemigo diferente a los que ya conocían...
- Vienen a reclamar territorio- le indicaron.- Ahora te toca demostrar tus verdaderas habilidades.
Aceptó. Todo dependía de decisiones en ese mundo. Nadie la obligaba aunque ella decía que sí, que su mundo había cambiado y por el simple hecho de ser una misionera, debía cumplir.
Cada vez, la batalla se hacía más y más cruenta. Los enemigos se volvían poderosos, causándole diversos problemas. Por otro lado, sus poderes también se volvían más fuertes y descubría algunos nuevos, lo cual la volvía más confiada.
Las hadas llegaron una noche a su cuarto para anunciarle la verdad del último enemigo al que enfrentaría ¡Era el líder! Y si lo derrotaba, significaría la gloria y la salvación del bosque. Pero era demasiado cruel y no repararía en ella para volverse más fuerte, pues no tendría consideración de la muchacha, ni porque fuera humana.
- Podrías morir- le advirtieron- No tienes porque hacerlo, ya nos has ayudado bastante.
Ella se puso las gafas, atontada. ¿La liberaban acaso? Tal vez...aquello se había vuelto demasiado agotador. Se acercó a las hadas y les dijo que podría hacerlo.
- ¿Estás segura?- cantaron ellas.
- Ese bosque también es mi hogar- recordó con nostalgia, sabiendo que estaba poniendo su vida en peligro, y rechazaba la oferta de volverse libre y una chica normal.
- Muy bien, tú lo has decidido- indicaron las hadas, desapareciendo de ahí.
Ella apretó las cobijas, conteniendo las lágrimas ¿Por qué...porqué no pudo decir qué no? Sollozó durante toda la noche, poco antes de quedarse dormida durante cinco minutos mientras pensaba en las técnicas que utilizaría...técnicas fallidas porque ahora estaba a punto de ser aplastada. Nada había funcionado. La coraza de aquel demonio era impenetrable y entre más atacaba, parecía ser más fuerte. Varias veces la lanzó a las rocas y a los árboles, diciéndole lo miserable que era.
Las luces rodearon el cuerpo de la chica que intentaba levantarse con dificultad...Distinguió a las pequeñas hadas que la habían visitado la noche anterior, así como a la hadita que ayudó una noche de primavera.
- Te ayudaremos- sonrió la hadita, tomándola de la mano.
El demonio no veía a las hadas, sólo luces que comenzaron a cegarlo.
- ¿Por qué?- preguntó ella al pararse.
-Decidiste ayudarnos, aunque implicara perderte...No queremos que eso pase...Nos encanta tu presencia- sonrieron.
- ¡Aléjense, alejénse!- gritaba el demonio al sentir el resplandor que lentamente lo desarmaba.
- El calor de la amistad poderosa puede realizar cualquier milagro- dijeron las hadas.
La muchacha no entendía nada. Sintió que una llamarada surgía de su pecho que lentamente la envolvía para realizar un ataque que hasta ese momento desconocía del todo, tal vez porque sus amigos humanos nunca habían mostrado  una verdadera preocupación por ella, ni siquiera se atrevieron a preguntarle a donde iba cada vez que salía corriendo de clases, ni por los rasguños presentados al día después de las peleas.
Las lágrimas se apoderaron de sus ojos. "La verdadera amistad está donde menos te lo imaginas" pensó al sentir la calidez de las hadas que la rodeaban, recordando como ellas se acercaban para alimentarla de los postres que preparaban. Ahora entendía porque decidió realizar aquella misión de proteger el bosque, de luchar con aquel demonio.
Su verdadero hogar, su verdadera familia, sus verdaderas amistades, se encontraban en ese lugar...Ahí era feliz. Por esa razón, decidió arriesgarse. Cerró los ojos y sonrió, percibiendo que las hadas le otorgaban todos sus poderes para que lograra derrotar al demonio aquel que casi deshizo su viaje a los bosques.
La llama se alzó por encima de la montaña, era tan azul y cálida que los pobladores del vecino lugar corrieron a verificar de que se trataba. Su belleza los dejó atónitos en aquel atardecer rojizo. Un hombre se subió las gafas al tiempo que veía una chica de profundos ojos grises voltear desde las llamas, sonriéndole.
"Todo estará bien papá", escuchó la voz susurrante...
Nadie más volvió a ver aquella chica. No se supo si se quedó viviendo con las hadas, decidida a proteger el bosque o algo más le pasó. Sin embargo, nadie la olvidó, ni mucho menos el padre, quien le levantó una estatua en la plaza como reconocimiento a que salvó al bosque protector de la aldea.


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