Las protagonistas eran singulares, puesto que se trataban de muñecas que buscaban las alas para unirse a su padre. Eran parecidas a un rorro, ese muñeco que simula un bebé y le debes dar cuerda para que camine o hable. Debo admitir que a mí siempre me causaron horror esos muñecos y nunca quise que me regalaran uno en los años de mi infancia.

En recompensa, le juraron amor y protección. Por lo tanto, de vez en cuando le susurran al oído que desvanezca el odio a sus compañeros de clase y así pueda continuar con su trayecto escolar.
¡Ah! ¡Ellas qué saben! Como nunca irán a la escuela...
- Vivir es luchar- anuncia la más bella, aquella tan parecida a una dama, tocándole su corazón, sabiendo que es de oro, y así, enfrentarlo al mundo exterior que tanto quiso evitar.
Apago la computadora. Salgo de mi cuarto para ir por un vaso de agua. Tanta pelea de muñecas contra muñecas me dio sed- Al bajar las escaleras, encuentro a mi hermano en la sala.
- ¿No tienes diez pesos que me des?- pregunta de inmediato, una vez que me descubre cruzando la habitación.
- ¿Y para qué los quieres?- le cuestiono, recelosa.
- Pues para comprar unas palomitas- me dice con tono inocente.
Saco los diez pesos de mi bolsillo, advirténdole que me debe dar de sus chucherías. El chico me dice que sí con un gesto de la mano. No tarda en irse al OXXO más cercano. Me vuelvo hacia mi vaso de agua, sin dejar de pensar en el anime visto hacía unos minutos. Doy un sorbo al agua.
"Qué bonitas son las muñecas antiguas. Sobre todo las de ese anime...¿Cómo se llama? ¡Ah, sí! Rozen Maiden! Quiero una...No...mejor no...Son bonitas, si, muy bonitas...Y aún así, estoy segura que...me siguen dando miedo"
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