20
El laberinto
(Segunda parte)
Durante abril y mayo, María aprendió a seguir a su tía. Comenzó a conocer, al igual que los demás, cuales eran los pasillos buenos y cuales no. Percibió donde se encontraban los dormitorios así como el vestíbulo principal. Entendió que algunos pasillos llevaban al mismo lugar, así como de una misma habitación podían salir diferentes bifurcaciones, donde uno se podía perder. Si bien, aún no conocía las trampas, estaba lista para enfrentarlas en cada momento.
Los niños, para no fastidiarse con las indicaciones de Victoria, de vez en cuando creaban un clima lleno de desastre. Victoria los correteaba, gritándoles (sobre todo a Xavier e Iván) que se mantuvieran en calma, que no corrieran y no hicieran tanto griterío.
- Si no lo hiciéramos, perderíamos nuestra juventud- rio Xavier en una ocasión, mientras corría semidesnudo por uno de los jardines, alrededor del estanque.
Y tenía razón. Porque eran muchachos. Muchachos llenos de vigor que aún no se habían enfrentado a la gran responsabilidad del trabajo. Si bien, su misión consistía en algo tan salvaje y prematuro para su edad, eso no los dejaba seguir divirtiéndose de acuerdo a sus años. Victoria lo había visto a través de todo el tiempo que había convivido con ellos, desde la salida de Zacatecas, como iban definiendo su forma de ser de forma muy distinta entre cada uno de ellos, experimentando cosas diferentes al enfrentarse a una bruja.
Su juventud estaba en éxtasis. Victoria no sabía que hacer con tanta calentura en el aire, sobre todo de su hijo y Martha, a quienes encontraba besuqueándose en los pasillos, detrás de las cortinas, en el jardín mientras estaban acostados, en la cocina mientras preparaban la comida, en el patio central, en el vestíbulo y en muchos otros lugares que María no quiere recordar por ser muy grotescos.
Para el resto, no pasaba de una simple espiada a Xavier mientras se bañaba, de la cual Victoria tuvo que tomar severas medidas, sobre todo para que no dejaran caer al niño en esas perversidades. Sin embargo, había veces en que los cinco niños elegidos se escapaban de los castigos de Victoria para seguir cometiendo sus atrocidades debido al exceso de energía contenido en su interior. Y conforme mejor conocían la casa, Victoria los perseguía con dificultad a todas partes para descubrirlos en sus fechorías.
Así eran felices. No se preocupaban por una Amelia que los andaba persiguiendo desde hacía dos años. Ni mucho menos por la misión encargada, porque sabían que tarde o temprano la iban a enfrentar. Por eso vivían ese momento, burlándose en ese instante de la poca seguridad en la casa y de los elegidos que no la supieron atravesar.
Iban a enfrentarse a un demonio. Y pronto. Cada uno de los chicos lo sabía. E ignoraban si iban a salir vivos o muertos.
Por esa razón vivían las pruebas del laberinto así.
Los muchachos aunque entusiasmados por escaparse, procuraban no estar solos. Pero no siempre la compañía iba a estar con ellos. De vez en cuando se quedaban solos, encontrándose con su acompañante varios minutos u horas después. Así le pasó a Adela, cuando caminó por oscuros pasillos junto a María. Su creencia de poseer el arma más fuerte le ayudó a no perder la calma, pues si le salía algún monstruo, ella tenía el arma perfecta para acabar con él. Afortunadamente, no lidió con bestias mayores o con espectros. Ese no era el objetivo del laberinto. Adela tuvo que correr para salvarse, debido a la incapacidad de crear magia mayor. Al caer cansada en una nave sustentada por arcos de medio punto, se puso a llorar.
- ¿Por qué lloráis?- Le preguntó María, sentándose a su lado. Adela no contestó. Se hizo a un lado.- Vamos, no seáis arrogante. No dejéis que ese dolor os agobie. No quiero veros así, se nota vuestra tristeza. ¿La queréis callar? Os hace daño, querida amiga. Anda, platicadme, yo os ayudaré.
Adela abrazó a María, sin decirle nada, llorando en sus hombros. María abrazó con fuerza a su amiga, acariciándole el cabello rojizo.
- La magia no existe en mí y voy a ser la primera en morir- gemía Adela.
María sonrió. Miró a Adela a través de los ojos.
- Vos no vais a morir- aclaró con una suave sonrisa- La magia no existe por tener grandes poderes sobrenaturales. La magia viene de aquí,- apuntó al corazón de Adela,- con vuestros actos generosos, vuestra disposición y voluntad. Nadie debe deciros que no tenéis magia, porque si la tenéis. De todos nosotros, a pesar de la gran pérdida que tuvisteis a los catorce años, sois la más segura, la más decidida. No titubeáis al disparar.
- Vos os levantáis tan rápido al caer una desgracia- comentó Adela entre gorgoritos,- en cambio yo…- Adela agachó la mirada- aún me agobia la pérdida.
- Seca esas lágrimas ya- dijo María.- Levantaos. Las penas vienen y van y desaparecen. Cuando las dejéis ir, os daréis cuenta de cuantas cosas suceden por vos. Vais a sonreír como cuando os conocí. Anda, secad esas lágrimas ya. Quiero veros sonreír, descubriendo esa alegría oculta que muy pocos conocen.
Adela se restregó los ojos, quitándose los restos de lágrimas. Sonrió tristemente, tomando a su amiga de las manos.
- ¿Cómo me encontrasteis?- inquirió Adela cuando subieron las escaleras, para llegar al vestíbulo principal.
- Escuché vuestros sollozos- contestó María con paciencia.
- Ah- suspiró Adela, luego miró a María, tratando de cambiar el tema:- Ayer, Victoria volvió a corretear a vuestro hermano- rio Adela, poco antes de abrir la puerta.
- ¿Y esta vez por qué?- replicó María, tratando de ocultar su sorna.
- Se robó vegetales de la cocina para dársela a los gansos.
María no pudo evitar soltar una carcajada. Entraron a la antesala, riendo las dos…
- ¡Cuidado!- gritó Adela apuntando con la ballesta a María, disparando al instante una flecha de guerra. Como no vio bien a que le disparaba, clavó la sagita en el pecho derecho de María.
- ¿Qué acabas de hacer insolente?- dijo María enojada, antes de desplomarse, derramando sangre derredor.
- Oh no- sollozó Adela, inclinándose junto a su amiga.- María, no muráis, no muráis, María- le puso las manos en las mejillas, dándole palmaditas.- Ah, Dios mío- lloró al ver como el color de María disminuía.- No muráis amiga. Por favor, sois lo único que me queda. ¡Ay! Y yo fui la culpable. Después de lo que acababais de hacer por mí… Yo os hice esto ¿Qué clase de amiga soy?
Abrazó a María y la puso en su regazo mientras se balanceaba con ella.
Martha llegó con los brazos agarrotados al jardín principal. Xavier la abrazó.
- ¿Qué dice la tía?- preguntó mientras se sentaban en el pasto.
- ¿Qué más? Martha, por favor decidle a Xavier que ya no te bese- respondió Martha divertida.
- Pues ya no se besen en la boca- sugirió Iván con asco.
- Buena idea- sonrió Xavier. Besó a Martha en el seno.
Iván se estremeció.
- ¡Agh! ¡Tened un poco de respeto! ¡Hay un niño enfrente de vosotros!- bramó.
- Pues entonces, vete- refunfuñó Martha agriamente.
Por un momento, Iván creyó ver chispas de fuego saltando en los ojos de Martha. Se levantó, sintiendo una flecha en su pecho. No sangró, pero se sentía muy mal.
- ¡Xavier, Martha!- gritó Victoria desde la otra orilla del estanque mientras avanzaba hacia ellos- ¡Regresad! ¡No puedo andar cuidándoos! ¡Ya estáis grandes! ¡Deberíais de tener un poco más de consideración de una pobre vieja como yo! ¡No os podéis llevar al niño a donde sea!
- A María le pasó algo tía- dijo Iván cuando Victoria ya estaba con ellos, tocándose el pecho.
- ¿Y dónde está?- encajó, escupiendo saliva al niño, quien se quedó inmovible- ¡También no me hace caso! ¡Se les ocurre correr y gritar…!
- ¡Mi hermana se está muriendo!- aulló Iván, imponiéndose ante los gritos de Victoria, quien enmudeció en el acto. Xavier y Martha miraron atónitos al niño.- ¡Y si usted no quiere hacer nada, yo iré a salvarle la vida, así cueste la mía! ¡No quiero ofenderle, pero sus gritos y sus quejas no nos van a servir de nada en este instante!
Victoria supo en ese instante que la infancia de Iván, toda aquella niñez se esfumaba con el pasar del tiempo. Y sobre todo, se iba tan rápido. Se acordó que él era un niño cuando todo empezó… Si, un niño. Porque ahora no lo era. Cada una de las experiencias lo habían hecho crecer. No conocía los juegos propios de su edad, porque realmente no convivía con niños como él. Los únicos compañeros de juego eran los muchachos. Y por supuesto, con quien se sentía más identificado era con Xavier, que le enseñaba en cada momento la forma de perder el miedo a lo desconocido. Para Iván, el miedo de un niño pequeño se perdió ese día, cuando se alejó para ir en búsqueda de su hermana.
- Vamos- sugirió Xavier con un poco de pena.
Victoria estaba helada por los gritos del niño. Apenas reaccionó cuando su hijo le habló. Martha sacó el mapa de Susan Balzac, el cual les indicaba en ese instante donde se encontraba el resto del equipo. Indicó en que parte se encontraba María. Pronto alcanzaron a Iván, indicándole la posición de su hermana.
Adela escuchó pasos. Agarró la ballesta que había dejado a un lado y la preparó. Alguien tosió. Dirigió su vista a María. Era ella quien tosía… sangre.
- ¡Estáis viva!- gritó Adela con júbilo.
María no abrió los ojos.
- No por mucho tiempo- musitó débilmente.- Ahí despídeme de todos.
Calló. Adela volvió a darle palmaditas en las mejillas, esta vez con un sentimiento más allá de la tristeza.
Cuando llegaron al vestíbulo, Iván gimió al ver de lejos como Adela abrazaba a María. La flecha seguía clavada. El niño- porque por la edad seguía siendo uno- sintió una leve oleada de terror y tristeza invadirle el cuerpo. Corrió hacia ellas, con los demás por detrás.
Al estar junto a Adela, la chica volteó. Estaba muy asustada y no sabía como explicarle a Iván que la culpa había sido suya. No supo responder cuando Martha le preguntó el tiempo en que habían estado así. La ojiverde, al no ver respuesta de Adela, se arrodilló junto a ellas y con un gesto de su mano apareció su maleta de cristal. La abrió y sacó una planta parecida a colas de rata.
- Suéltala- suplicó Martha cuando comenzó a machacar la planta.
Adela no cedió.
- ¿Qué no entiendes que la sueltes?- le gritó Xavier. Adela siguió sin hacer nada.
- Soltadla por favor- pidió Iván con una tierna mirada.- ¿Queréis que viva, verdad?
Adela asintió con la cabeza. Inclinó delicadamente el cuerpo de María en el piso, quien comenzaba a tener un color pálido y sus labios se tornaban azules.
- Oh, My God!- exclamó Martha asustada.
- Fin, se murió- comenzó a decir Xavier.- Tanta belleza y desperdiciada. Ni siquiera conoció a Amelia- dio un largo suspiro,- bueno, alguien tenía que morir.
Iván miró al chico con cierto rencor. Martha le dio un golpe en el hombro a Xavier.
- No pienses tonterías- dijo la muchacha con ira. Volvió su vista a María, mordiéndose los labios al contemplarla la flecha clavada en el seno de la chica.- I don’t know what happen if it outs.
- ¿Qué os preocupa? Está muerta- dijo Xavier desesperado, se inclinó junto a su prima y sacó rápidamente la flecha. Un chorro de sangre le brotó a la cara.
Todos lo miraron con algo más que sorpresa. Martha pegó su oído al pecho de María.
- Her heart pulsa despacio- anunció.
- Entonces sigue viva- anunció esperanzada Victoria, quien se pasaba la mano izquierda por su brazo derecho,- aún hay tiempo de salvarla.
Martha asintió. Puso aquella planta en la herida, introduciéndola hasta el fondo, después de haberle desgarrado el vestido…
- Armando, Armando- escuchaba María. La oscuridad invadía el lugar y ella corría por los pasillos, sintiéndose perseguida. No entendía porque le gritaban Armando. Distinguió una luz a lo lejos, se dirigió hacia ella… Entendía que estaba muerta y esa era la única entrada al otro mundo. Sin embargo, un ángel se apareció en esa puerta, levantó una espada, surgió un resplandor y María abrió los ojos.
Primero tosió, apretó la mano de Martha, sin saber que era de ella y luego se levantó.
- Dije que me iba a morir- dijo siseantemente- ¿Porqué me salvasteis?
-Con uno que falte, se viene todo abajo- contestó Victoria.
- Todos somos importantes y no permitiré que se mueran- dijo Martha con un poco de enojo.
- Por eso os digo “No se separen de mí”- reprendió Victoria, cruzándose de brazos.
Xavier bostezó. ¿Quién le iba a hacer caso ahora? Los chicos crecían y su rebeldía iba en aumento. Su adolescencia se acababa. Si bien, María se resistía a dejarla ir, entendió que aquel exceso de energía no podía desperdiciarse con cosas de chavitas. Porque eso era lo que acababa a Victoria, quien no sabía que hacer cuando cada una de ellas aparecía gritando y corriendo por los pasillos, alegando que Xavier e Iván las habían visto bañarse o que las habían aventado a una trampa maldita: su exceso de energía. Y como se ha dicho anteriormente, así eran felices.
Las escapadas por los pasillos se incrementaron a pesar del accidente de María, aunque de vez en cuando tomaban más precauciones. Victoria, rendida por las continuas fugas de los chicos, no tuvo otro remedio más que dejarlos solos. De vez en cuando, los llamaba para que fueran buscar la comida de los huertos. Es importante resaltar que la ración que Victoria preparaba, ya no era suficiente. Eran capaces de consumir exageradas cantidades de comida y eso espantaba a Victoria, porque no se daba abasto. Y los chicos tuvieron que recoger hongos o alguna otra hierba para alimentarse.
En una ocasión, mientras se encontraban en uno de los huertos recogiendo hongos, Xavier arrancó unas algas del estanque. Inmediatamente se las enseñó a Adela.
- Mirad- anunció- la nueva comida del hoy.
Adela miró con desconfianza aquellas algas verdes y pestilentes. Martha se acercó para observar el espécimen.
- This is ugly!- exclamó enojada- It isn’t food!
María, enojada por las palabras de Martha, tomó las algas enfadada y se las metió a la boca, masticándolas inmediatamente. Sintió como la lengua le escocía y aun así se las tragó. Cuando pasaron por su garganta sintió como si se hubiera tragado una piedra.
- Agh, no hagáis eso- suplicó Iván con asco al ver como su hermana masticaba la planta extraña.
- Ya es tarde, hermanito- sonrió María con triunfo, como si comer cosas raras fuera cosa de admiración,- ya me las tragué.
- ¿Qué os tragasteis qué…?- inquirió Adela asustada.
- No os preocupéis- tranquilizó María a todos- No me ha pasado nada ¿Veis?
Xavier miró de nuevo las plantas, recordando las palabras de Martha.
- ¿Estáis segura que no son comida?- inquirió el chico.
- Son algas parásitas del agua- anunció Martha con una voz que no era la suya.
María casi se vomitó al escuchar esas palabras. Cuando llegaron con Victoria, le platicaron lo que había hecho Xavier, él se disculpó varias veces, teniendo como excusa No madre, yo no sabía. Os lo juro por mi perla amada.
Por las noches, María abría la ventana para sentir un poco el viento y de vez en cuando, observar la lluvia que caía, pues desde que salió de Zacatecas no encontraba otro fenómeno más interesante que el caer del agua con intensidad. A veces lloraba, porque no aguantaba todos los pensamientos agobiantes que rondaban en su cabeza, junto con las advertencias de todos aquellos espectros.
Deseo que todo acabe, pensaba, mi vida ya no es la misma desde que me di cuenta de mi misión. De repente, siento algo raro, que hay algo más detrás de esta maldición que perseguimos y me da miedo. Como quiero regresar. Tantas cosas horribles han pasado: perdí a mi hermano y por un tiempo estuve muerta. Esto no es como yo quería, no. Es tan cruel a veces y parece tan difícil.
“¿Y quién te dijo que todo esto era hermoso?” le decía siempre esa vocecita varonil que resonaba en su cabeza.
María daba vueltas en su cama sin contestar. Cerraba los ojos y soñaba con la muerte de Armando, así como con los encuentros de él con Amelia, los cuales eran intensos. Despertaba con el corazón palpitándole y con la respiración agitada.
Cuando los niños no jugaban, procuraban ayudar a la elaboración de la comida. Por esa razón, había veces en las que iban a los establos, donde encontraron unas vacas, las cuales por una extraña razón estaban muy gordas. Y claro, como eran su único alimento después de las plantas criadas en el huerto, procuraban tenerlas en buen estado. Fue Xavier quien las descubrió, cuando se decidió a buscar sus caballos, para irse de esa casa que tanto lo había aburrido.
- Ven María, inténtalo- incitaba Martha en una ocasión que fueron a ordeñar las vacas.
María estaba sentada en medio de Xavier y su novia, quienes ordeñaban vacas.
-No. Eso lo hacen las criadas-replicó María con repulsión.- Para eso tenemos a las criadas en Zacatecas- agregó, como si Martha no hubiera entendido sus primeras palabras,- quienes nos hacen todas las labores de la casa.
-Si niña. Pero aquí no están vuestras criadas- murmuró Xavier. Alargó una mano, para agarrar la de su prima- Anda, siente la pequeña mama…- María sintió algo pegajoso e inmediatamente quitó la mano con un gritito.- Ah, imposible tratar con la aristocracia- suspiró Xavier con dolor al ver la actitud de su prima.
Martha se levantó, tomando su bandeja de leche. Xavier la imitó. María, poco antes de levantarse, miró a los caballos.
- Oye Xavier, no quiero espantaros- advirtió María al ver como Tormenta echaba espuma por la boca,- pero vuestro caballo está enfermo.
Xavier volteó. Al ver como Tormenta daba coces espantado, piafando y echando espuma, tiró su recipiente con un susto tremendo. Inmediatamente, corrió a tranquilizar su caballo. Sin embargo, el corcel galopó antes de que el muchacho llegara con él, listo para embestir a alguien.
- ¡Martha, quitaos de ahí!- avisó Xavier al ver que el equino se dirigía a ella.
Con destreza, Martha se montó en Tormenta, tranquilizándolo al instante. María se pasó la mano por la frente, en señal de alivio.
- Bueno, parece que ya pasó- anunció ella.
Xavier se metió las manos a los bolsillos de la chaqueta.
- Sí, eso estuvo muy cer…- su frase no terminó porque escuchó un mugido espantoso. Volteó a ver las vacas- ¿Y ahora?- inquirió al ver como flotaban y giraban sobre su propio eje.
- Be careful!-anunció Martha de repente, bajando del caballo.
La advertencia llegó tarde. Una flecha pasó rozando el cabello de Xavier.
- Bueno, esto ya estuvo bueno- protestó Xavier, tomando de las manos a Martha y María.
Poco después estaban en la cocina.
- Íbamos a morir- dijo María tiritando del miedo.- Hay que encontrar la salida y pronto.
- Sí, es buena idea- confesó Xavier.- Mi mamá sabe ¿Por qué no nos la dice? Vamos a morir pronto si no nos informa donde se encuentra la salida.
- Podríamos morir todos, menos María- encaró Martha con un tono despreciativo.
- Ah, no digáis incoherencias- reclamó María. Respiró profundamente, mientras se sentaba en una silla- Me hubiera muerto si ¡Tú!- apuntó a María con el dedo,- no hubieras curado la herida.
Martha chistó y salió de la cocina. Xavier agarró una silla, sentándose en ella frente a María.
- Desde que entramos a esta casa, está muy rara- mencionó Xavier preocupado.
- Vuestra novia siempre ha estado rara- contestó María tratando de parecer cortés y no alterar a su primo.
- ¿A qué os referís?-reclamó éste.
- Pues… A que de repente parece saber más de las profe…
María no terminó su frase cuando Victoria entró. Xavier se levantó de su asiento, para abrazarla.
- ¿A qué se debe vuestro gesto?- inquirió Victoria con complicidad.
- Ahora no me salga con que no puedo abrazarla- recriminó Xavier dolido.
- Bueno, en un lugar como éste, no me dolería- sonrió Victoria, tomando la cabeza de su hijo para darle un beso.- Pero, decidme ¿No han estado en peligro de muerte?
- Con esta casa maldita y nuestras habilidades incrementadas, eso no es así- contestó María rápidamente.
- No os enorgullezcáis tan pronto- advirtió Victoria.- Si mal no recuerdo, vos apenas os salvasteis de una gran penumbra junto a los esqueletos, donde estuvisteis varias horas pidiendo auxilio.
María agachó la cabeza, saliendo de la cocina enfadada por las palabras de su tía. Quiso llorar, pero su grito se ahogó en la profundidad de su garganta, mientras una lluvia copiosa caía en el paisaje infernal que Amelia había creado en sus terrenos prodigiosos. Sus emociones se agolpaban profundamente en su pecho, queriendo abortar la misión en ese instante. Pero si lo hacía, ¿a dónde iría? ¿Acaso no había escogido ese camino? Ahora, no le quedaba de otra más que seguir adelante, porque si lo abandonaba en ese instante, no se lo perdonaría por el resto de su vida.
Serpenteó por los pasillos conocidos del laberinto, para llegar al comedor principal y de ahí subir a las torres principales. Tal vez desde la vista apreciada en las ventanas de los garitos, María encontraría un desahogo a su enojo y conversaría de nuevo con esa voz desconocida que la había salvado varias veces.
No fue su caída al pozo la primera vez que estuvo en peligro. Una vez, se cayó al estanque del jardín principal y un animal parecido a un calamar gigante la arrastraba al fondo del estanque principal. Aquella vocecita varonil le indicó un hechizo que soltó chispas y luces verdes, moradas, azules y doradas que hundieron a la bestia hasta el fondo del canal. En otra ocasión, María se perdió en un jardín donde los árboles parecían susurrar con el viento, pero más que susurros eran gritos desgarradores que perforaban el alma. Y a cada paso de María, el cuerpo se hacía más pesado y sentía como mil agujas atravesaban su cuerpo. Nuevamente, la vocecita vino a su rescate, dándole palabras de aliento, recordándole de las veces que había superado las pruebas de los fantasmas y de las brujas, así como el haberse arriesgado tanto por su hermano. Aquellas palabras levantaron a María y pudo correr con facilidad, encontrando el camino a los dormitorios en una noche oscura. Caídas infinitas por las escaleras la habían llevado a pozos nauseabundos, donde la única forma de salir fue saltando piedras y jalando palancas, todo por indicación de aquella vocecita varonil. María no entendía quien era esa personita que vivía dentro de su cabeza, pero la tomó como un amigo. Un amigo que la apoyaba en momentos de necesidad. ¡Y vaya necesidad!
Observó el valle que se extendía hasta el infinito. A lo lejos, en la cima de uno de los tantos montes que rodeaban al laberinto, estaba una choza muy pobre de una sola habitación. Y todavía más allá de esa choza, se alzaba imponentemente la mansión de Amelia. María la distinguió, porque por alguna extraña razón sentía que ya la había visto. Suspiró al ver la lluvia caer. Se escucharon cantos de mujer.
- Increíble- susurró para sí misma- en los territorios de Amelia llueve.
La lluvia hacía el ruido típico al caer y María lo escuchaba intensamente, cuando esos sonidos comenzaron a confundirse con la tos de un niño.
“¿Las gotas pueden hacer ese ruido, debido a qué estamos en un lugar hechizado?”, comenzó a preguntarse. “No, aquella tos me parece conocida”, se respondió al instante, sintiendo una punzada de dolor en su pecho.
- ¡Iván!- llamó aterrorizada.
La tos se escuchaba en cada una de las paredes de la torre. María corrió hacia arriba y hacia bajo, buscando señales de su hermano, las cuales fueron en vano. Caminó por los pasillos desconocidos, los cuales siempre aguardaban para atraparla en alguna de sus trampas, donde María se escapaba con facilidad, ayudada por su incondicional vocecita.
“Tantas horas te las has pasado en búsqueda y sin embargo, tú bien puedes teletransportarte a donde se encuentra tu hermano” anunció la voz, una vez que María se librara de caer a un precipicio.
La chica comenzó a rezar porque no se perdiera, escuchando atentamente la tos del niño que se perdía en los interiores de las paredes. Cerró los ojos, encontrándose con su hermano segundos después en las escaleras que conducían a las mazmorras. El niño se tambaleaba, sus ojos estaban desorbitados y su rostro se encontraba demacrado. En pocas palabras, parecía un cadáver.
- ¡Dios!- exclamó María asustada, corriendo hacia a su hermano- ¿Qué os pasó?- inquirió cuando lo abrazó.
- Yo… no… sé- dijo el niño con voz débil ronca y débil. Volvió a toser, escupiendo saliva roja.
- Maldita Amelia- injurió María, aferrando a su hermano en su pecho, quien seguía escupiendo sangre.- Anda, os llevaré con Tía Victoria.
- Ahí viene Xavi…- musitó Iván, señalando escaleras arriba.
- ¡María! ¡Iván!- exclamó el muchacho al encontrarse con ellos- ¡Qué manera de encontrármelos!- miró a Iván- Y a vos, ¿qué os pasó?
María le dio palmaditas a su hermano.
- No sabe- contestó por él, puesto que no deseaba que su hermano forzará la garganta en una situación así.
- Pues, hay que llevaros con mi mamá- se afligió Xavier,- dadme vuestra mano.
María tomó la mano del chico, quien los llevó escaleras abajo. El niño iba dejando rastros de sangre en el camino.
- No, así no llegamos a ninguna parte- replicó María en las mazmorras cuando su hermano se desmayó. Una luz se divisó a lo lejos- ¡Mirad, ahí viene alguien!
- A lo mejor es un monstruo- rebatió Xavier. Estaba enfadado por las primeras palabras de su prima.
Sin embargo, no era ningún monstruo, sino Martha. Esta aparición hizo titubear a Xavier de sus palabras. Martha, quien venía con aires demoníacos, pues su cabello rizado estaba alborotado y sus ojos verdes refulgían como dos chispas de fuego, miró a los tres con crueldad. María dio un paso hacia atrás.
- ¿Se perdieron?- inquirió Martha con una extraña bondad que espantó a Xavier.
- Algo así- respondió el chico con miedo.
El niño abrió los ojos para volver a toser. Un charco de sangre se formó a su alrededor.
- He is hurt!- gritó Martha con voz chillona, tomando al niño en brazos- Tía anda por aquí- anunció con esperanzas.
- ¡Pues llevadnos allá!- pidió María alterada por la paciencia de la inglesa.
- Bien, sí, sí- fue lo único que se atrevió a decir Martha, poco antes de tomar un camino que estaba a su derecha.
Xavier y María la siguieron en silencio. Martha se fijaba a los lados, buscando a Victoria desesperadamente, quien salió de uno de los túneles. Al momento de verlos, inmediatamente comenzó a regañarlos como era su costumbre. Adela salió atrás de ella, asustada.
- Madre, no es tiempo de reprimendas- reclamó Xavier con un silbido.
- ¡No me hables en ese tono!- espetó Victoria- ¡Aún con la edad que tengo, me respetas!
Xavier agachó la cabeza, avergonzado, aunque por dentro se moría del coraje. Quería gritarle un montón de cosas, pero no sabía canalizar su ira y antes de cometer una estupidez, prefirió quedarse callado. Movió el pie derecho en círculos. María se tiró a los pies de su tía.
- ¡Mi hermano se muere!- lloró con dolor- ¡Tía, tía, sálvelo! ¡Yo no sé qué voy a hacer si se muere!
- Alguien se tiene que morir- murmuró Xavier entre dientes.
- ¡Tú te callas!- reprimió Victoria. El chico apretó los puños, apartando la mirada del círculo.- Dadme al niño- ordenó Victoria a Martha.
- Tenga- dijo Martha al momento de entregárselo.
Victoria cargó al niño. Subieron unas escaleras que estaban atrás de Adela. Esta chica se dirigió a Xavier, al ver que él seguía parado.
- Ah, lo que me faltaba- susurró el muchacho.
- No Xavier- musitó Adela con miedo.- No me gusta dejar a la gente sola. Este pasillo no lo conozco y si yo estoy aquí sola, me pierdo. Me imagino que si os hubiéramos dejado solo, pasaríais por la misma situación.
Xavier abrió la boca estupefacto. Adela le sonrió.
- Tú nunca me has hablado de vos- dijo contrariado.
- Va a ser la última vez- resopló Adela.- ¿Te vas a quedar?- agregó con un poco de sarcasmo.
Xavier negó con la cabeza, riendo al mismo tiempo. Luego le dio palmaditas a la muchacha.
- Bueno, ahora sube- anunció.
- Está bien, pero después de ti.
- No, primero tú.
- No, ¿Qué tal si te quedas aquí?
- Pero son primero las damas- dijo Xavier con dolor.
Adela le tomó del brazo.
- Juntos- dijo ella.
- Bien- contestó el chico secamente.
Subieron en silencio por un tiempo, hasta que Adela preguntó:
- ¿Te enojaste con Martha?
- No- contestó Xavier extrañado.- Es solo que necesita su espacio de vez en cuando.
- ¿Entonces por qué murmurabas incoherencias?- insistió Adela.
- Es que a veces me enoja que mi madre dé órdenes- contestó Xavier.
Adela agachó la cabeza, con un poco de tristeza.
- Deberías de valorarla más- anunció.- A veces no sabes cuánto tiempo va a estar y cuando la quieras ver, ya no está.
Xavier abrazó a Adela en el instante que entraban al vestíbulo. Los demás, al escuchar sus pasos, voltearon a verlos. María abrió la boca estupefacta, al ver abrazados a esos dos rivales. Cuando Martha dirigió una mirada llena de odio que parecía emanar chispas de fuego, Xavier se soltó bruscamente de Adela.
- Bueno ¿Cómo sigue el niño?- inquirió animada Adela.
Martha miró con aversión a la pelirroja, mientras señalaba con el dedo a Iván, quien tomaba de un tazón de barro una bebida que sacaba humo.
- Parece que ya os sentís un poco mejor- sonrió María a su hermano, rodeándole la espalda con el brazo.
Iván dejó la taza en la mesita del centro, dio un brinco y besó a Martha en la mano.
- ¡Ya me curé!- gritaba a cada instante, incluso cuando abrazó a Xavier.
- Sois grandiosa- susurró el chico a Martha, tomándola de la cintura.
Martha se separó bruscamente.
- Cuando no abraces a Adela, abrázame.
Xavier abrió la boca, anonado por lo que acababa de escuchar. ¿Acaso Martha había sentido celos por Adela, sabiendo que con ella jamás pensaba tener una verdadera relación cómo la estaba teniendo con Martha?
Carajo, piensas en muchas cosas Xavier. Voltea ante los gritos de Iván y concéntrate en el objetivo de tu misión. Desde hace mucho tiempo piensas preguntarlo. ¿Por qué titubeas? ¡Qué importa si interrumpes los detalles del niño! ¡Tu intriga es mucho más importante! ¡Anda, hazlo! ¡Abre la boca y suelta la pregunta!
- Oiga, madre… No quiero interrumpir pero…- titubeó Xavier, dirigiéndose a Victoria.
- ¿Pero qué?- exigió Victoria severamente. No toleró que su hijo interrumpiera la plática de Iván.
- Nada, solo quería saber dónde se va a dormir el niño- contestó Xavier resignado, pues la pregunta que verdaderamente iba a hacer se esfumó cuando su madre lo vio con esos ojos tan penetrantes que pedían obediencia.
- Dormirá con María- anunció Victoria divisando a la muchacha.- De ahora en adelante, no quiero que se separen vosotros dos en especial.- agregó estrictamente viendo a María e Iván.
María abrazó a su hermano y los dos asintieron con la cabeza, un poco espantados.
Xavier aún tenía las ganas de seguir en la plática, así que resaltó:
- Madre, esta casa ya nos aburrió.
Victoria levantó las cejas extrañada. El muchacho se sentó en uno de los sillones que se encontraban en el recibidor. Victoria se sentó con él.
- ¿A qué os referís?- preguntó.
- Pues, a que por las noches siempre escucho las mismas voces y hay veces que manos descarnadas se abalanzan sobre mi rostro, como si quisieran quitarle la carne. Maldigo, lanzo hechizos y demás, pero nada se va. Entonces …- Xavier comenzó a sollozar- Pienso que voy a morir descarnado en esta mansión sin cumplir la misión.- Victoria lo abrazó y lo puso en su pecho mientras le acariciaba el cabello.- No quiero morir tan joven- susurró Xavier entre lágrimas.
- Ya verás que pronto todo se arreglará- consoló Victoria.
María se mordió los labios. No entendía cuál era el objetivo de su primo y por lo tanto, no sabía si apoyarlo o irse de ahí. Un silencio comenzó a apoderarse de la cámara que solo era roto por Martha, quien se reía malévolamente.
- You Balzac are ridiculous to refuse of here now- dijo repentinamente con una voz ronca y con rapidez- Never you will win to Amelia, the best dark witch be in existence never ever! - Luego se acercó a Xavier y le dijo con una voz apasionada: - My love, I never will hurt you. Escape with me. We will go before Amelia will increasing her powers with HER!- las últimas dos palabras las gritó señalando a María, quien la miraba con odio.
Xavier se separó de su madre, aún con los ojos empañados de lágrimas gritó:
- ¡Tú no eres Martha! ¡No sé quién eres ni que deseas de nosotros! ¡Pero tú no eres Martha! ¡Ella no diría estas cosas tan crudas y tampoco nos dejaría así!
Martha se desmayó. María sonrió satisfecha al ver que su primo se había enojado por primera vez con su novia. Xavier salió inmediatamente de la habitación, con pasos acelerados. Victoria corrió a alcanzarlo. Adela se lo impidió.
- Él necesita meditar si Martha siempre nos ha querido matar.
- Pues dice que no es Martha- dijo María con desprecio y cruzada de brazos,- pero a mí me consta que ella es la traidora. Tarde o temprano nos va a entregar ¿Ya no recuerdan lo que nos dijo el primer día que la conocimos? “Yo serví a Amelia, pero fue por ignorancia”. No sabemos en realidad si escaparon de esa bruja. Puede que su madre la mandó para matarnos con orden de…
- Hermana, estáis muy obsesionada con ella solamente porque no la quemaron en la hoguera como debió haber sido hace tres años- interrumpió Iván con esa voz tan tierna.- No la aceptáis y jamás la aceptaréis en el equipo.
Escucharon un quejido. Martha se estaba levantando. Los presentes se habían olvidado que se había desmayado.
- ¿Qué pasarme?- gimió asustada.
- Como si no recordarás- reclamó severamente Victoria y salió de ahí tan rápido como le permitía su vestido.
- Remember? What remember?- Martha miró a Adela- ¿Recordar qué?- dirigió la vista a Iván y María, para luego volverla a Adela, que era confusa al igual que sus palabras, reflejada en sus lindos ojos verde brillante.
- ¡Ah, claro! ¡Ahora te haces la ignorante!- reprochó María- ¡La que no sabe nada!
- Os volvisteis contra todos- susurró Iván con cierto temor- hablabais como…
Martha se agarró la cabeza.
- ¡Déjame en paz!- gritó la muchacha con voz enérgica, les dio la espalda a los que quedaban en el vestíbulo para salir. Poco antes de que saliera por el portal, Adela aterrorizada por ese cambio tan extraño de Martha, disparó una flecha para matarla o liberarla. Solamente Adela sabía que planes había en su cabeza en ese instante. Sin embargo, Martha atrapó con facilidad la flecha en el aire, sin siquiera voltear. Inmediatamente hizo polvo la saeta, tirándolo en el suelo.- No se enfrenten conmigo si no quieren sufrir- susurró poco antes de salirse.
Adela se quedó pasmada y todas las flechas de la caja se cayeron.
- ¿Cuál es su problema?- dijo atónitamente, sin prestar atención a lo que sucedía con su ballesta.
- Eso no me importa- reclamó María, saliendo de la habitación.
El laberinto comenzaba a aburrirle. Lo interesante dentro de esa estructura estaba acabando y lo peor era que Martha comenzaba a tener extraños comportamientos. Salió al jardín, encontrándose con que Xavier y Martha discutían. Al parecer, la segunda no comprendía nuevamente lo que le había pasado y eso le explicaba al joven.
- …Creo que será mejor mantenernos a distancia por un tiempo- declaraba Xavier, rechazando el abrazo efusivo de Martha.
María se escondió detrás de una fuente para escuchar esa ruptura temporal. Quería ver lágrimas de Martha, para recordarlo con delicia cuando los tiempos fueran otros.
- You don’t understand. I was´nt me- sollozaba Martha, acercándose a Xavier quien huía espantado- Somebody drives my soul, my body.
- Martha, no deliréis- replicó Xavier, dando un paso atrás.
- You should believe me! You love me, no?- gritó Martha desesperada. Xavier no contestó, solo se limitó a voltear la cabeza hacia el cielo. Martha reprimió un sollozo y luego volvió a gritar:- ¡Un fantasma por dentro! ¡Valerse de mí para acabarlos en el laberinto!
Xavier miró a Martha con terrible dulzura y compasión. María interpretó esa mirada como lástima. Y sintió pena por Martha, porque era difícil creer que estaba poseída. Después de todo, las conductas variables de la chica podían dar una prueba de ella, pero el problema era que casi nadie conocía a la muchacha para saber si así era su cerebro o en verdad era acto de poderes demoníacos.
Xavier abrazó a Martha, le dio un beso en la frente al tiempo que le susurraba: “Os creo, os creo”. María resopló al ver como se alejaban de su vista, bien abrazados.
María no estaba segura, a pesar de que había oído mucho de las cosas contadas por Martha. Se dio la vuelta y comenzó a caminar por el jardín.
“¿Por qué no crees?” preguntó la vocecita varonil de María.
- Pues porque va contra mi principio- reveló ella. Cortó una flor amarilla en ese instante.
“¿Cuál principio?”
- Pues el que hice cuando la absolvieron. Prometí no aceptar nada de ella.
“Pero ella ha sufrido mucho. Más de lo que te imaginas. No merece tu rechazo.” Reprendió él. “¿Acaso no crees que abstiene el espíritu que comparte y que los va a acabar?”
- Si lo retuviera, no hubiera pasado lo de hace una hora- contestó María mordazmente. Aplastó la flor entre sus manos.
“No los mató. Con eso es suficiente para aceptar que retiene al espíritu. María, acéptalo, los quiere”.
María se rascó la nuca ante la confusión suscitada por esas palabras. Suspiró y miró al cielo que comenzaba a cubrirse con estrellas. Caminó hacia la casona, decidiendo que era hora de enfrentar la prueba final del laberinto, si es que había una para salir de ahí.
Al llegar a una de las habitaciones, encontró a Iván durmiendo en una cama. Sonrió con ternura al verlo así. Se acostó a un lado de él, recordando las indicaciones de Victoria y de cómo lo había dejado por seguir a Martha. ¿Qué le pasaba a esa muchacha?
A medianoche encontró parcialmente la respuesta.
Realmente, no supo cuánto durmió, ni a qué hora lo hizo, simplemente sintió que despertaba. En un momento se hallaba dormida y al siguiente se encontraba despierta, como si hubiera escuchado un ruido. Y ya no pudo dormir. Lo intentó, cerrando los ojos con fuerza, pero algo le impedía hacerlo. Escuchó la lluvia caer copiosamente, conjugado con un canto sepulcral con voz femenina.
Distinguió una sombra entre las cortinas. Sintió escalofríos y aunque sabía que no era nada, sentía una presencia maligna. Dirigió la vista a Iván. El niño dormía plácidamente sin parecer dispuesto a despertarse. Y María no lo haría. Ella suspiró, volviendo su vista a la ventana, donde la sombra entre las cortinas seguía ahí, estática, esperando una llamada o algo. Un ligero viento movió las persianas y María reconoció una silueta humana que se asomaba por la ventana. El cabello largo y rizado que caía a lo largo de los hombros le hizo suponer que se trataba de Martha.
- ¿Qué haces aquí inglesa?- preguntó María al mismo instante en que se sentaba en su cama.
La figura volteó con rencor reflejado en los ojos, unos ojos rojos y llenos de un brillo violento y que centelleaba en esa espléndida oscuridad. A María le dio un susto y la sombra volteó de nuevo su vista a la ventana.
- El deseo pronto se cumplirá- susurró tétricamente. La voz apagada le dio a entender a María que se trataba, en efecto, de Martha.
María no articuló palabra alguna. Se sentía aterrorizada, no sólo por la repentina aparición de Martha, sino también por la forma en como la había visto y como le estaba hablando en ese momento. Miró a Iván una vez más. El niño se dio la vuelta en su cama, jalando más cobijas.
- ¿Qué pretendes?- preguntó María con rencor en cada una de sus palabras. Martha volteó. Los ojos rojos volvieron a refulgir con intensidad. Sonrió con maldad.- ¡No le hagas nada!- suplicó María al ver como Martha contemplaba a su hermano.- ¡No le hagas nada o ya verás de lo que soy capaz!
- Sois muy impulsiva- rio Martha desde la cortina. María se tapó un poco el rostro con la cobija, temblando.- Mírate querida, tiemblas al verme ¿Y así deseas enfrentarme?
María sintió una profunda ira en su interior. Una furia inexplicable que jamás en su vida había sentido. La sangre le hervía y se le subía a la cabeza. Apretó los dientes y aventó las cobijas con enojo. Miró a Martha, lista a pararse para darle una lección. Las cosas en el cuarto comenzaron a moverse con alteración, no acorde en este mundo.
- No me subestimes- refutó María con un suave murmullo cargado de odio.
Una terrible paralización se apoderó de su cuerpo repentinamente. Los objetos volvieron a su lugar y la habitación tornó a la normalidad. Martha flotaba por encima de ella, mirándola cara a cara, con una mueca desagradable. María se horrorizó y alzó las cobijas hasta sus labios, abriendo los ojos mientras la otra le decía:
- Todavía falta mucho para que lleguen a su gran mansión. Es difícil que lleguen todos. Solamente aseguro tu existencia. Muchas sorpresas les esperan y más espantosas que ésta.
María sentía el soplo de Martha. Y realmente no se sentía capaz de hablar. Martha miró a Iván con odio, llevó una de sus manos al costado del niño…
- ¡No le harás nada!- gritó María aterrada, atrapando la mano de Martha en el aire, poco antes de que la clavará en el infante.
Martha carcajeó con maldad. Se desapartó de María y se fue de la habitación volando. Atravesó la ventana abierta y desapareció en la negrura infinita de la noche. Solamente quedaron las cortinas que se seguían moviendo frenéticamente por el viento.
María había visto eso, no solo con asombro y terror, sino también con odio. Estaba descubriendo que Martha estaba cada día más loca y que la sospecha de que algún día los iba entregar era más evidente. Se levantó para cerrar la ventana, aún tiritando del miedo provocado por la presencia de Martha.
Al regresar a la cama, se percató que Iván estaba tendido bocarriba, con las manos extendidas y descobijado. Sonrió al verlo sano y salvo. Se recostó en su cama, no sin antes acomodar a su hermano y cobijarlo.
No durmió muy bien.
La casa estaba hecha de chocolate. Se derretía por el fuerte sol de agosto y le caía a los hombros. María traía de la mano a su hermano, quien no dejaba de saborear lo que caía del techo y de las paredes. Miraba hacia todos lados para encontrar alguna salida, para no ser llenados de ese terrible manjar que les aprisionaba los pies.
- Por aquí- jadeó, señalando unos arcos parecidos a los que cruzaron ellos dos en el laberinto por primera vez.
Los dos corrieron con rapidez, pero la mole de chocolate cayó encima de ellos, María soltó a Iván por equivocación. Cuando se dio cuenta, el intenso río de chocolate, que ahora se había transformado en sangre, lo arrastraba a un lugar infinito.
- ¡Iván!- gritó.
Comenzó a moverse por el río, cada vez más pesado. Sin embargo, el niño era arrastrado con fuerza y gritaba ¡María!; de pronto aquel río la jaló a un jardín verde y con muchas flores. Ahí estaba Martha sonriendo con maldad.
- ¿Qué le hiciste?- espetó María, abalanzándose sobre Martha. Comenzó a golpearla y por alguna razón, ella no se defendía- Anda dime si tuvisteis que ver en esto.
Martha señaló el cielo, sin dejar de sonreír. María volteó. El sol estaba llenándose de sangre y del cielo caían centenares de pergaminos. María volvió a ver a Martha.
- ¿Qué es esto?- le preguntó con un reprimido sollozo.
Martha tumbó a María bocarriba.
- Tu destino- susurró enigmáticamente.
María volteó la mirada hacia el cielo oscuro. El sol estaba completamente rojo, parecía herido. Martha comenzó a apretarle la garganta, haciendo que volviera la vista a sus ojos… No, ya no era ella. Era la sombra que vio en las cortinas esa noche.
- Maldita bruja- chistó María.
- Tu hijo nunca estuvo aquí, Armando- anunció esa sombra tétrica.
María se quedó perpleja al escuchar esas palabras.
- Yo no soy…- intentó decir, pero se calló al ver que el ambiente estaba cambiado.
- Venías a salvarlo y nunca estuvo aquí- carcajeó la mujer.
Era un túnel oscuro, y sentía que ya lo había visto en alguna parte. La sombra de aquellos ojos rojos sacó un cuchillo que refulgía. María intentó desapartarse, pero la inmensa fuerza de la otra que sostenía su cuello le impedía moverse.
- ¡Vas a morir sin terminarla Balzac!- rio la mujer a carcajadas mientras descendía el cuchillo.
- ¡Noooooooooooo!- gritó María, levantándose de su cama.
- María ¿Qué tenéis?- preguntó Iván con un bostezo.
María miró a su hermano y lo abrazó con fuerza. Le daban ganas de llorar.
- Que bueno que estáis bien- anunció con vehemencia.
Iván parpadeó extrañado.
- Oye, os está afectando la estancia en esta casa- anunció preocupado.
María miró a su hermano. Le sonrió.
- Tía Victoria debería decirnos la forma de salir de aquí.
Iván asintió con un gesto de la cabeza. Se salió de su cama, seguido por María. Después de ducharse y haberse cambiado, bajaron a los comedores para desayunar. Ya estaban Adela y Xavier cuando llegaron. Los dos muchachos estaban discutiendo por el platillo que se debía preparar.
- A ver, que hablen los más pequeños- anunció Xavier al verlos llegar.- ¿Qué opinan si para desayunar hacemos chocolate con huevos bañados en jitomate?
Iván aprobó la idea, pero no fue atendida por Adela, quien replicó:
- Yo digo que hagamos panes, fruta bañada en salvado, jugo y huevos estrellados.
- Está mejor la propuesta de Adela- susurró María para sí misma. Xavier la escuchó.
- Pero es más compleja, nos tardaremos toda la mañana y desayunaremos cuando el sol nos ilumine al mediodía- replicó.
- Somos cuatro- resopló Adela.
María le dio palmaditas a su primo.
- Que flojo sois- rio.
Xavier levantó las manos desesperado, murmurando “mujeres”.
Comenzaron a cortar las verduras y la fruta. El aroma de los vegetales se condensaba en la cocina, conjuntándose con el del aceite que freía los huevos. Entre los cortes de fruta y verdura, los chicos comenzaron a platicar.
- Martha entró ayer en mi cuarto- replicó María minutos después. Estaba poniendo cebolla en las ollas para freír.- Y seguía rara.
- ¿A qué os referís?- inquirió Xavier preocupado.
- A que tenía los ojos rojos- contestó María intranquilamente. Se alejó de ahí porque acababa de dejar las rajas de cebolla.
- Yo pensé que yo era la única que la veía con ojos rojos- anunció Adela, poco antes de probar el jugo de piña con nopal.
- ¡Adela! ¿Qué es ésa cosa verde?- preguntó Iván asqueado, al ver el gesto de la chica.
- Esto os revitaliza- manifestó con fastidio Adela.
- Sea lo que sea, se ve espantoso. El niño no se lo va a tomar- objetó Xavier.
- ¡Iván se lo va a beber!- espetó Adela, escupiendo saliva.
Iván hizo una cara de asco, para después decir:
- Sí Adela, como vos queráis.
Adela suspiró. María se rio al momento de volver a cortar más cebollas.
- ¿Y ahora que os pasa?- preguntó Adela extrañada.
- Nada, la cebolla me hace llorar y quiero llevarle la contra- contestó María divertida.
Todos volvieron a sus actividades. María no dejaba de pensar en el sueño, donde Martha se transformaba en Amelia. ¿Y si Martha era un disfraz que utilizaba Amelia para distraerlos? ¿Podía ser que esa bruja perversa anduviera con ellos, disfrazada de inocencia? ¡Y Xavier estaba enamorado de ella!
Se escuchó un ruido sordo, como alguien que golpea una pared con el cuchillo. Luego un grito de terror. Todos voltearon a ver a María, quien gritaba.
- ¿Y ahora que pasó?- inquirió Iván preocupado.
- Me corté- contestó María dolientemente.
Xavier le tomó la mano y le chupó el dedo anular, el que se había cortado. María sintió un ligero estremecimiento.
- Martha es Amelia- siseó con cierto misterio en el aire.
Xavier se quitó el dedo de María de la boca con brusquedad.
- ¿De dónde sacasteis semejante estupidez?- contradijo.
María se llevó su dedo a la boca.
- De un sueño- dijo incómodamente.
Adela e Iván voltearon intrigados.
- ¿Y qué sueño fue ése?- preguntó Adela interesada.
María les contó su sueño.
- María, no os ofendáis, pero vos ya os obsesionasteis con Armando- comentó tajantemente Xavier.- Tanto, que ya siempre soñáis con él.
María se mordió los labios y unas ganas de llorar se apoderaron de su pecho. ¡Claro! ¿Quién le iba a creer? Todos se fiaban de la dulce apariencia de Martha y nadie se convencía de la insensible María. Volvió a pensar en aquellos actos homicidas, que solamente existían en su mente, donde descuartizaba a Martha con placer.
- ¡Qué buen desayuno hicieron chicos!- aplaudió Victoria cuando entró a la cocina y olió el exquisito pan recién hecho y los huevos fritos. Martha venía con ella.
María salió de sus imaginaciones. Escudriñó a Martha con intensidad, descubriendo que tenía una apariencia cansada y débil. Recordó cuando ella saltó de la ventana.
- Gracias tía- agradeció Adela con una reverencia.
Xavier se acercó a su madre y le ofreció una silla. Después hizo lo mismo con Martha. María y Adela comenzaron a servir, para después sentarse.
- Adela, tu comida sabe horrible- reclamó Xavier minutos después de haber comenzado a comer.
- No le hagáis caso Adela- sonrió Victoria, quien partía chilaquiles fritos.
Adela se cruzó de brazos.
- Por lo menos he cocinado, no que tu novia ni siquiera lo intenta- respondió con arrogancia.
Xavier se mordió los labios, sin decir nada. Miró a Martha, quien entrecerraba los ojos a cada instante.
- ¿Os sentís bien?- preguntó el muchacho al ver como Martha cabeceaba.
La respuesta que recibió fue una caída del rostro de la inglesa en su plato.
- Se murió- anunció Iván con inocencia.
Xavier abrió la boca del susto, se tiró de los cabellos y gritó:
- ¡No, mi Martha no!
- Está viva- consoló Adela, quien le acababa de checar los signos vitales.- Solamente tuvo un desmayo.
Victoria se levantó para llevarla a su habitación, pidiendo ayuda de Xavier. Cuando María, Iván y Adela se quedaron solos comenzaron a parlotear sobre la causa del desvanecimiento de Martha.
- A lo mejor no comió bien- dijo María, quien no se había inmutado con el acontecimiento, pues seguía comiendo.- O como es Amelia, nos engaña para matarnos. Van a ver que en un rato Xavier y su mamá ya no están en este mundo.
- María- reclamó Adela con un reprimido suspiro, sentándose.- Dejad vuestras sospechas. No tienen ningún sentido.
- ¿Cómo qué no?- reclamó María, parándose de un brinco.- ¡Un sueño nos muestra las verdades del corazón!
- ¡De nuestro corazón!- reprochó Iván.
María lo miró atónita.
- ¿Vos os atrevéis a contradecirme?- inquirió con ira.
Los ojos de Iván soltaban chispas.
- Estáis tan obsesionada con la culpabilidad de Martha que solamente os atrevéis a afirmar que es una terrible bruja que debe ser quemada por la hoguera. Y vuestros sueños solamente reafirman lo que queréis ver: Una cómplice de Amelia o si es posible a la misma Amelia en ella.
María se mordió los labios y salió de la habitación con ira escondida. Sin embargo, el haber encontrado que su hermano apoyaba a la inglesa en el extraño comportamiento, la había entristecido con furia. Corrió por los pasillos escondidos de la mansión, sin importarle sí se perdía o se moría en las trampas activadas. Aunque, como siempre le ocurría, una extraña fuerza salía de su interior y la salvaba de los más terribles peligros.
No dejaba de pensar en Martha, en los comportamientos que había en los tres años que habían estado conviviendo a lo largo de su viaje. Casi siempre era amable y casi nunca estaba enojada. ¿Era posible qué una chica tan dulce fuera Amelia? Tal vez solamente era la apariencia. Disfrazada de campesina tonta conquistaría el corazón de todo el equipo y así acabaría con todos ellos. ¡Ah! Seguramente en los pergaminos venía la respuesta a todas sus sospechas. Suspiró. “Debería de desacreditar todo lo que vengo pensando”, recapacitó. “No, no puedo hacerlo ¿Cómo hacerlo después de la negra hechicería empleada anoche?” Recreó lo que había pasado: la lluvia caía, Martha escondida detrás de una cortina como era su costumbre, la lluvia cayendo, Martha flotando encima de ella, la lluvia cantando, Martha saliendo de la habitación por la ventana…
Un momento ¿La lluvia cantando? Se paró en seco en el pasillo del estanque subterráneo. Desde que entró al laberinto, las lluvias más fuertes del año se hicieron presentes y María recordó que casi todo el tiempo, cuando llovía, se escuchaba el canto de una mujer. ¿Podía ser algún hechizo de Martha para distraerlos? Tal vez. Buscó una salida para darles la noticia a los demás, ellos también debían de haberla escuchado.
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